Ya se hacía muy tarde, aquella noche oscura y sin luna, donde el frio penetraba hasta el abrigo mas grueso, Turi desensillaba su caballo bayo rodeando la gran Abadí, buscando alguna entrada abierta donde lo puedan recibir. El frio se hacia cada vez mas insoportable, pero Turi necesitaba estirar las piernas, así que siguió caminando rodeando las paredes.
Es sencilla... me gusta. Será un gran lugar para descansar mi cuerpo, y acercar mi alma al señor. Me pregunto quien mas habrá asistido, aunque espero no encontrarme con demasiada gente. Me siento muy desgastado, creo que esto será perfecto para estar a solas con Dios, y poder así meditar. Me hará bien encontrarme conmigo mismo luego de tanto trabajo... Ya no aguanto mas el frio, me carcome los huesos.. ahí, esa campana, espero que alguien la oiga porque pasaré una larga noche congelado sino.
El Obispo estiró su mano derecha tomando la soga de una pequeña campana que colgaba frente a una puerta de madera. No parecía la puerta principal, pero no había encontrado otra opción, parecía que el frio y el sueño no le permitían buscar mas. La campana sonó dos veces y Turi esperó unos minutos al lado de la puerta.