Mucho tiempo hacía que Catcarai esperaba con ilusión este feliz momento, el de iniciar su camino dentro de la gran família de la iglesia aristotélica.
El camino había sido largo pero por fin había conseguido llegar a las puertas de la Abadia de Vallbona. El paisaje era precioso ideal para llevar a cabo su formación religiosa, allí se respiraba paz y tranquilidad, todo inducía a la instrospección y a la reflexión espiritual.
Catcarai con gesto seguro, aunque cansado, llamó a la puerta esperando ser acogida. Esperaba encontrarse con su querida hermana Belit para que ella la guiase con amor y sabiduría por los caminos de Dios.