Una llegada peligrosa, esto... PELIRROJA

Miraba el mapa y no entendia nada, si es que... ¿a quien se le ocurria darle un mapa a la pelirroja mas loca y despistada?

Finalmente hizo una bola el mapa y se dedico a aventurarse, la aventura comenzo como todas, un bosque, ardillas y ella perdida. Dos ardillas correteaban a su lado, fieles a su dueña hasta que comenzaron sus chilliditos.
Los ojos verdes de la pelirroja vieron algo que realmente necesitaba ¡¡Una nueva ardilla!! Y la carrera comenzo, la ardilla huia y la pelirroja la perseguia, entre los estrechos huecos que dejaban los arboles y las ramas bajas.

Conclusion, la ardilla fue cazada, mimada y besuqueada y la pelirroja parecia venir de una guerra, despeinada y con las mejillas coloradas, pero eso si, con una nueva ardilla, a la cual decidio llamar Curis, y por su puesto decidio que deberia llevar sotana.

Y mientras caminaba despistada jugando con Curis, Jez y Agdillí, vio el gran porton de la abadia, y una campana para llamar.
- ¡¡Una campana!! Grito emocionada, corriendo hacia la puerta, enrollo el cordelito a su dedo y empezo a hacer sonar la campana primero con suavidad, despues agitando con emocion el cordel provocando que el dulce y melodioso sonido de la campana se convirtiera en el mas horroroso y desesperante sonido. Y la pelirroja seguia tocando la campana con intensidad, mientras sus mejillas enrojecian cada vez mas y mas y apretaba los dientes como si eso la diera mas fuerza para llamar a la endiablada campanita.

Lo mejor de todo es cuando el cordel con badajo incluido se quedo colgando del dedo de la pelirroja que sonreia satisfecha y emocionada.

El Nuncio estaba en su despacho atendiendo y revisando examenes y demás cosas que siempre le ocupaban la vida en la Abadía. Además de ser uno de los profesores con más alumnos, era el profesor más enfermo, poco tiempo se la pasaba en el Claustro o en el refectorio, ya que siempre atendía a sus alumnos. Pergamino, pluma, tinta, lacre, la mesa llena de todo tipo de indumentaria de trabajo, escribía cartas, sellaba documentos, estaba tan ocupado que el más minimo ruido le tiraba todo al suelo. La Abadía de Valbona era uno de los pocos sitios favoritos del Profesor O'cconnor, estaba todo en silencio y lo que más se escuchaba era el caminar de los monjes, la abrida de la puerta y de vez en cuándo la antipática campana.

La campana, si la campanaba había sonado y eso fue lo que perturbo al Vicario, ¿quién osaba a llamar a esas horas de la noche?, el nuncio tomó un farol de aceite y lo prendió, mientras tanto caminaba hasta la puerta, se encubría con una capucha que no le distinguía de los demás, al acercarse a la puerta pudo observar que era la Señora de Valdecorneja que llegaba, abrió la puerta y con una simpática sonrisa le dijo:

Buenas nos dé Aristóteles hermana Cyliam, dichosos los ojos que os ven y verán. Dígame hermana, ¿que os trae por la Abadía de Valbona?. Sepa disculparme hermana, entre y cúbrase del frío, mientras nos dirigimos a su celda.

-¡Hermano José, que se lleva a la dama sin las llaves para los dormitorios!.

El monje sacó de un gran llavero una de las tantas llaves como llevaba y se la dió a José Enrique para que pudiera acompañar a la dama Cyliam a su celda.



**Ya te he dado los permisos para entrar a las Celdas y Dormitorios donde el hermano José Enrique te ha preparado ya una celda para vos, dama Cyliam.**

Con el badajo aun colgando del dedo sonrio de oreja a oreja.

- Creo que esto no es mio. Dijo mientras el badajo se balanceaba en su dedo. - Se solto solo, yo no hice nada. Vengo.... ¿a que venia yo? no me acuerdo creo que la campana me ha atontado las pocas neuronas que tengo.

Aun asi la pelirroja entro a la abadia como si fuera una casa mas.