Llegada de la Archidiaconisa de Lérida

La de Urgell, metió en su zurrón un poco de queso, algo de agua, varios trozos de pan y partió, sin perder tiempo, rumbo a Vallbona. Desde la capital aragonesa hasta el monasterio en la comarca de Anoia largo era el camino, por lo que optó por parar varias veces para dar de beber a su caballo y alimentarse ella.

Tras dos días a lomos de Lisboa, su corcel blanco, llegó hasta las puertas de la abadía cisterciense. Alisó sus ropas, las sacudió de polvo, y con sus blancos nudillos tocó la gran puerta.

- Buenos días nos dé el Altísimo. - dijo alzando la voz la Archidiaconisa de Lérida para que la escucharan desde el otro lado. Y esperó con el cuerpo acalambrado y algo engomado mientras volvía a admirar maravillada, como la primera vez, aquellos muros.

Al abrirse la puerta de la abadía, la religiosa pudo comprobar que al otro lado del umbral se encontraba el D´Hókseme. Con un ligera inclinación lo saludó, y tras dedicarle una leve sonrisa comenzó a hablar.

- Buenos días os dé el Altísimo, Padre. - dijo uniendo su manos. - El motivo de mi visita a la abadía es para poder hacer el noviciado, es mi deseo, sería un honor, poder algún día ayudarlo en esta tarea. Aun recuerdo a Fray Tanys, este fue su sueño.. - recordó algo meláncolica, aquel gran pastor había sido todo un ejemplo de virtud para ella.